martes, 12 de marzo de 2013

Si querés viajar, ¡Viajá!

Un deseo siempre presente



Una ruta en la Patagonia
Si hay algo en lo que seguramente todos mis conocidos estarán de acuerdo sobre mí, es en que me gusta viajar. Quizás "gusta" sea una palabra que no hace honor a mi siempre presente deseo de viajar. A cualquier lugar, solo o acompañado y por el tiempo que sea, siempre quise viajar

Lo que algunos habrán notado, es que cada viaje, lejos de satisfacer ese deseo, actúa como combustible que intensifica las ganas de conocer nuevos lugares, escaparse de la rutina y hacer algunos kilómetros más. Cada vez parece más lejano el día en que me disponga a "sentar cabeza", "echar raíces", "quedarme quieto" u otras actitudes similarmente sensatas que en mayor o menor medida, casi todos esperan de uno a estas edades. Y es que aunque me siento muy agradecido por los viajes que pude hacer, querer viajar más no es un capricho o una huída de mis responsabilidades. Emprender un nuevo viaje se me presenta como una necesidad: la de conocer el mundo en el que vivo, y en el camino, conocerme un poco más. Después de eso sí, podré pensar en echar raíces (que no significa quedarse quieto!).

La rutina es tirana


 Aunque estoy en contra de los arrepentimientos, me cuesta olvidar que cuando a los 18 años tomé la decisión sobre lo que iba a estudiar, estaba entre tres profesiones: economía, relaciones internacionales, y contabilidad. Lo irónico es parte de los motivos para descartar las dos primeras (más que elegir la tercera) fue porque implicaban mudarse de mi ciudad natal, y quizás una vida profesional con muchos viajes. Qué bien me vendría tener una charla con mi "yo" de aquél entonces! 

No sé si mi gusto por los viajes y por otras culturas se fue intensificando con los años, o simplemente me empecé a dar cuenta de eso. Lo cierto es que tras una tentativa de dejar la carrera de contador en tercer año - para pasarme a economía - decidí que lo mejor sería terminar lo que empecé y buscar otra manera de acercarme a las ciencias sociales.

Pero vino la rutina. En los últimos dos años estuve trabajando en distintas áreas de mi profesión (10 meses en auditoría, 15 en finanzas) y los viajes quedaron reducidos a escapadas de fin de semana. A pesar de que mis viejos nunca me presionaron en absoluto en cuanto a mi carrera, yo solito "compré" el mensaje de la sociedad sobre la importancia de hacer una carrera, tener un trabajo, en fin, el conjunto de esas cosas que hay que hacer para "ser alguien".

Mientras tanto, yo no me había olvidado de los viajes. Trabajar en San Pablo apareció como un híbrido entre la "carrera" y "viajar", pero con mucho más trabajo de oficina que de viaje o experiencia cultural. Pero vivir en esa ciudad me hizo conocer a Couch Surfing, y creo que eso fue un detonante para pensar en un viaje diferente.

Además de conocer personalmente a viajeros que habían salido de sus casas sin fecha de regreso, después de haber vendido todo, u otros que se habían tomado un tiempo sabático, "conocí" por internet historias de personas como ustedes y como yo que habían decidido salir a viajar. El nombre de este post, de hecho, es una suerte de homenaje a Aniko Villalba, culpable de ayudarme a ver que existen otras formas de viajar y que no tenemos que conformarnos con 15 días por año. En su post "Si querés viajar, viajá" hace una apología del delito de "dejar todo e irte de viaje por el mundo". Bueno, yo me sentí muy identificado con eso.

Después llegué a otros blogs de viajes y me enteré que no son pocos los que consiguieron, de distintas formas, realizar su sueño de "vivir viajando". Está la historia de Juan Villarino, que conococió el "eje del mal" a dedo, los Zapp, una familia que después de unir Argentina con Alaska en un auto antiguo salió a recorrer el mundo, y varios otros.  No sé si pretendo tanto, pero definitivamente, no me conformo con viajar dos semanas por cada año que viva!

Una noticia inesperada


Según la definición de la física, las dos cosas que pueden acabar con la inercia son la resistencia y la fuerza. No sé en cuál se encuadraría, pero lo cierto es que un lunes de diciembre de 2012, esa inercia desapareció en unos segundos cuando me enteré que me quedaba sin trabajo. Lejos de resultar una mala noticia, esta novedad era lo que necesitaba para  hacerme cargo de mis ganas de viajar.

De repente me había quedado no solamente sin empleo, sino sin excusas para no hacer lo que tanto me maravillaba en otros: comprar un pasaje y salir al mundo, con poco equipaje y sin fecha para regresar.

Así que eso hice. Compré un pasaje de San Pablo a Ciudad de México, a donde salgo dentro de un mes. No hay itinerario y no hay fecha estimada de retorno, de eso me iré enterando en el camino. Mentiría si digo que no dudé al tomar esta decisión. Sí que aparecieron dudas y los miedos en cuanto a dejar "mi carrera" en suspenso, sobre si me quedaré sin plata en el camino, si sabré viajar solo por tanto tiempo, y otras. Pero de superar obstáculos también se trata el viaje.

Tampoco pretendo dedicarme al turismo, o al menos, no sólo a eso. Quiero ser un viajero, que no es lo mismo. Pero de esto ya les contaré en otra ocasión - y en otro lugar. Para este viaje habrá otro blog, a donde después los invitaré, por donde me encantaría que me acompañen en este emprendimiento.

No sé cuánto durará este viaje, no sé si llegaré a Bolivia, a Perú o será tan solo a Panamá. Lo que sé es que hay mucho mundo por conocer, y vale la pena intentarlo!




martes, 8 de enero de 2013

Podés irte cuando quieras

Ese primer lunes de diciembre comenzó como cualquier otro lunes. En la oficina, las caras transmitían que el fin de semana había sido muy corto y que aún faltaba mucho para el siguiente viernes. Pasando el mediodía, unos minutos antes de salir a almorzar, mi jefe me llama por teléfono desde otra oficina y me pide que vaya. Cuando abro la puerta me sorprende ver que está solo. Y al sentarme, me entero el motivo del misterio cuando me dice: "Manuel, hay malas noticias. La empresa está prescindiendo de tus servicios a partir de hoy. Podés irte cuando quieras".

Llegué a Brasil en octubre de 2011, contratado por una multinacional portuguesa para trabajar en la tesorería. Nunca había trabajado en una, pero siempre me sentí cómodo aprendiendo cosas nuevas. Claro que nadie me había avisado que la empresa tenía algunas "dificultades" financieras. Los primeros meses fueron tranquilos, y menos mal, porque mi adaptación incluía desempolvar mi portugués, aprender el vocabulario técnico y conocer "el negocio". Después de eso, el trabajo se fue poniendo más demandante y complicado. Eso era bueno, porque mientras mayor el desafío, más podía aprender. Con el tiempo,  algunas "complicaciones transitorias" de la empresa se hicieron permanentes, y los desafíos dieron lugar a una rutina que me estaba generando muchas dudas. 

¿Yo realmente quería estar en ese lugar, haciendo lo que estaba haciendo?

Hacía rato que en mi interior, esa pregunta ya estaba hecha - y respondida. Pero por algunos motivos (o excusas) yo estaba haciéndome el distraído. El compromiso con quienes habían confiado en mí, agradecimiento, inercia y una peligrosa sensación de comodidad. Peligrosa, digo, porque me fue adormeciendo. Hasta que la vida me dio una mano quitándome esa comodidad y sacudiéndome de esa incercia.

De repente estaba desempleado, sin obligaciones. No creo que la libertad pueda ser "demasiada", pero a eso se parece la sensación que tenía. Sin trabajo, sin pareja, sin hijos... ni perro tenía! Totalmente libre para tomar cualquier decisión. Incluyendo trabajo y lugar de residencia. Si alguien pensó que antes también era totalmente libre para tomar cualquier decisión, concuerdo. Pero la comodidad y certidumbre que me daban mi trabajo tenían su precio en libertad.

Orla Bardot - Búzios - RJ
El momento no pudo ser mejor. Al mismo tiempo que yo me enteraba que tenía que dejar el departamento en San Pablo, mi madre se mudaba a una casita a dos cuadras del mar en Búzios.  El siguiente paso era obvio, ¿no les parece? Así que aquí estoy, a metros de la Orla Bardot. Y aunque volver a vivir en la casa materna no suele ser buena señal, pasar una temporada en Búzios no suena nada mal.

Tanta libertad me hizo sentir responsable. ¡Responsable de aprovecharla! Y los que me conocen un poco sabrán que en mi caso, esto de aprovechar la libertad significa una cosa: Viajar. De eso les contaré en un próximo post.

Até a próxima!

viernes, 20 de julio de 2012

Y, te gusta San Pablo?


Acabo de darme cuenta de que exactamente nueve meses atrás estaba llegando a esta ciudad, mi nuevo hogar. Apenas unas semanas antes de eso, decía que todavía no quería buscar trabajo en Buenos Aires, porque (todavía) no quería cambiar la tranquilidad y comodidad de Córdoba por la agitación y complicaciones de la "gran ciudad". Un término muy relativo, porque ese 19 de octubre me mudé a la ciudad más grande de América.

Hace un tiempo vengo pensando en escribir algo sobre el atropello de ideas y sentimientos que se me arma cuando alguien me hace la pregunta tan importante:

 "Y, te gusta San Pablo?"

Si el que está preguntando es de Brasil, hay que tener bastante cuidado. Si bien siempre hay excepciones, a los brazucas les gusta decir (y oír) cosas lindas. Es una parte de su cultura que estoy todavía intentando entender, pero es algo como buscar la vuelta para decir algo positivo, bueno, agradable, omitiendo lo negativo a menos que realmente sea imprescindible. Si esto hace que la respuesta se aleje un poquito de la verdad, será por un buen fin. Es obvio que por más que intente, termino diciendo lo que realmente pienso. Total, mi excusa es que soy argentino.

Y si la otra persona es no-brasilera , entonces el cuidado es otro. En el imaginario argentino Brasil suele relacionarse con una combinación de elementos que suele incluir playa, caipirinhas, garotas de cuerpo escultural (bronceándose en la playa y tomando una caipirinha) - y uno pasando los días en un contínuo regocijo asegurado por los elementos anteriores. Está claro que da pena explicarle a la otra persona que es San Pablo no tiene playas y que, (com licença das brasileiras, que são certamente hermosas mulheres) quien ha estado en Córdoba, Rosario o Buenos Aires, no va a deslumbrarse por estos lados. 

Igual, no hace falta que imaginen Brasil de otra forma. Simplemente deben considerar el detalle de que ese Brasil, es más parecido al Brasil de Rio, o el nordeste, o Floripa... A fin de cuentas por algo habré ido ya 3 veces a conocer las mismas playas... (y otra a Salvador, y otra a Floripa...)

Hablando más en serio, si es difícil responder, es porque un "sí" sería una respuesta simplista, y un "no", una mentira. 

Si vine a San Pablo es porque encontré un trabajo que no buscaba pero me encontró, y no hay dudas de que profesionalmente, es un buen momento para estar acá. "Sampa" es la capital económica de Brasil, un país que se acaba de convertir en la octava economía del mundo y que se está preparando para recibir, en dos años, la copa mundial de fútbol, y dos después, los juegos olímpicos! Es fácil imaginar que eso genera muchas oportunidades.

Cuando se suma a esto la crisis que está viviendo Europa, se entiende por qué hay tantos inmigrantes no sólo de países sudamericanos, sino de países "del primer mundo", como tenemos la manía de decir. Pero esa es apenas una parte de la diversidad social y cultural. Antes de esta ola de inmigrantes, San Pablo ya era un crisol de culturas. A fin de cuentas, entre los 20 millones que vivimos acá hay brasileros de todos los estados . Y comparando con Brasil, los argentinos somos todos igualitos.

Oportunidades profesionales, diversidad cultural y social, y por supuesto... el combo caipirinha. No me puedo quejar, me digo.

Pero faltan 5 minutos para medianoche y yo siento que es tarde, porque me tengo que levantar 6.30 para bañarme, comprar pan para el desayuno en la oficina, caminar los 15 minutos hasta el subte, bajarme en la cuarta estación, tomar el bondi y llegar antes de las 9 porque si no el reloj electrónico te marca tardanza. Trabajar hasta las 12.30, que salimos a almorzar pero cuidando de volver antes de las 13.30, porque si no el reloj electrónico te marca tardanza. Y trabajar hasta las 19 y no antes, porque si no... si no el reloj electrónico te marca que le debés minutos a la empresa.

Pero cuando son las 19 sos libre para tomarte la caipirinha si querés. A la playa... podés ir el fin de semana si querés. Igual está el parque Ibirapuera que es una opción más cercana y más barata. Si ese día no hago yoga, llego a mi casa a las 20, pero como ese día no hago yoga puedo aprovechar para comprar algo de comida, lavar ropa y quién te dice, aceptar esa invitación de último momento a ver una peli en el cine del shopping.

Y sin darme cuenta, llega el fin de semana. (Darse cuenta de las cosas requiere tiempo) Y me siento un paulistano más, porque el viernes, cuando apago la compu y dejo el escritorio, tengo toda la sensación de que tengo unas 48 horas para vivir, con todas y cada una de las letras de la palabra.



Y me doy cuenta que la persona todavía está esperando que le diga si me gusta San Pablo.



Le digo que sí, que es toda una experiencia. Y pienso que experimentar es bueno, incluyendo el reloj electrónico de las 9 a 19. 

Pero también pienso que está bueno, siempre que el experimento no le ceda el lugar al piloto automático.


Caminante no hay camino,
se hace camino al andar.


domingo, 22 de abril de 2012

No hay nada que hacer?



Hay muchas formas de viajar. Una es desplazarse físicamente a otros lugares geográficos. Pero también hay formas de viajar hacia otras realidades, otras formas de vida, que aunque estén ocurriendo al lado nuestro, están tan lejos que nunca las imaginamos posibles.

No son pocas las veces en que, sin el menor aviso, se aparece la pregunta ¿Por qué me vine a vivir a Brasil? A fin de cuentas, la pregunta es totalmente válida. Yo en Córdoba tenía amigos, lugares donde me sentía a gusto, costumbres, rituales y algo que también cuenta: un pasado, una historia. Mudarse a otra ciudad es cortar  todas esas raíces para injertarlas en otras tierras, y esperar que en el proceso no se sequen, y vuelvan a crecer lo más rápido posible.

Las respuestas no llegan tan fácilmente como las preguntas. Las más evidentes no siempre son las correctas. El trabajo, que es la causa inmediata por la que decidí levantar esas raíces, nunca me pareció toda la explicación de esta mudanza. A fin de cuentas (y afortunadamente) la vida se extiende más allá de los lunes a viernes de 8 a 18.

Esta vez vengo a contarles una de esas experiencias que, a mí forma de ver, justifican estar acá. 

Así como viví 7 años en Córdoba sin conocer la Quebrada del Condorito, ni la cripta de la manzana jesuítica, ni (disculpen, en verdad) un baile de "La Mona", pasé todos esos años sin haber participado nunca de "Un techo para mi país", una ONG que en Córdoba es bastante conocida y fuerte, porque ya hace varios años que trabaja. Después de tanto verla en Córdoba, me entero que en São Paulo había una construcción. Y entonces me inscribí.

Para los que no la conocen UTPMP es una ONG fundada en Chile en 1997 por un grupo de estudiantes universitarios que se negaban a pensar que "No hay nada que hacer". A través de construcción de viviendas de emergencia y de planes de habilitación social, esta organización pretende mejorar la condición de vida de personas en extrema pobreza, ya no en Chile, sino en toda América Latina. (Más info aquí

Seguimos. Me inscribí en el sitio web, y un viernes de marzo me tomé el subte, que me llevaría al tren, que me dejaría cerca de la escuela donde sería la concentración. Al bajar en la estación bajaron, de otros vagones, dos chicas cargadas con mochila, bolsas de dormir y otros bártulos diversos, sin olvidar almohada y sombrero. No podían ir a otro lado. Juntos nos las arreglamos para llegar a la escuela sin un GPS.

Al llegar, mi primera impresión fue que yo era un poco viejo para el promedio de la ocasión. Es que la mayoría de los voluntarios eran universitarios, y más bien de los que están empezando. Y la segunda fue de alegría. Ni siquiera entendía muy bien qué era lo que íbamos a hacer, ni dónde, pero el sólo hecho de ver más de 1.000 estudiantes que estaban dedicando un fin de semana para hacer esto, y que por lo visto, estaban muy contentos de hacerlo, no puede sino infundirte esperanzas.

Una vez que nos juntamos todos, nos dieron la remera y nos asignaron a un barrio, nos enteramos que ese fin de semana construiríamos entre todos 61 casas, en 9 barrios, completando con esas un total de 1.000 en los años que lleva UTPMP en Brasil. 


Después de la introducción nos fuimos en colectivos a los respectivos barrios. En mi caso, los poco más de 100 nos fuimos a un lugar a una hora del centro de SP, y pasaríamos las 2 noches en la escuela del lugar. Se sintió de nuevo como irse de campamento con la escuela, sólo que esta vez no habría profesores intentando inculcarme (falsa) moral, religión, patriotismo y otras perversidades. Una vez en el polideportivo de la escuela, nos dividimos en equipos de 10, nos presentamos y a dormir. 

Al día siguiente, la hora de arremangarse. La construcción de las casas de emergencia se haría en 2 días. Fíjense que son "viviendas de emergencia", y no viviendas, porque nadie pretende que una familia viva en forma permanente en una casa de madera de 3 x 6 metros. Pero sólo se entiende del todo que este mínimo espacio es una gran mejora cuando se ve (de cerca) la forma en que estas familias viven. Sólo hace falta pensar que no hay cloacas, desagües, tendido eléctrico para comenzar a imaginar la incomodidad y falta de higiene. 



Las casas se llevan prearmadas: lleva todo el primer día instalar la base de la casa, que son 15 postes de entre 1,5 y 2 metros, y al día siguiente ya se puede ensamblar encima el piso, las paredes y el techo. Pero mejor les voy mostrando.

Construcción al 0%


Empezando con los primeros postes
El primer día fue realmente cansador. Cuando llegamos el terreno estaba "más o menos limpio", a no ser por un inodoro con la cañería desembocando en la nada, algunos cerámicos alrededor, algunos otros caños, ropa y otros tesoros escondidos diversos. No fue tan cansador remover todo eso y cavar los 15 pozos como asegurarse de que los postes estuvieran perfectamente nivelados, para lo cual a veces había que sacarlos para cavar uno poco más, después un poco menos y después fijarlos con piedras que no podíamos encontrar. 

El agotamiento que todos teníamos esa noche fue uno de aquellos que tanto se sufren en los músculos, como  se disfrutan en el pecho. Hago un esfuerzo por no olvidar que ese placer, esa satisfacción, es quizás señal de que momentos como aquél deberían ser un poco más de regla y menos de excepción.

Al día siguiente fue el turno del piso, las paredes y el techo. Lo que en teoría debía ser mucho más simple, fácil y rápido que lo del día anterior, con suerte pudimos terminarlo antes de volver a SP. Más fotos.

Se va pareciendo a una casa

Obrero por un día

Las familias para las que se construyen las casas se eligen por orden de "necesidad". Claro que siempre son más las que necesitan que las casas para las que hay presupuesto, pero de alguna manera se define una prioridad. La casa que nosotros construimos fue para Ana Carolina, una chica de 20 años con un hijo de pie, y otro que llegará pronto, sin trabajo, sin pareja. Hasta el momento de tener "su casa" vivía con su madre y su padre en otra de las casas de UTPMP, la primera del barrio. Pero por si olvidaron el tamaño de la casa se los repito: 18 metros cuadrados. Evidentemente, esta nueva familia, necesitaba otro espacio.

Mateus, uno de los dueños de la casa
Las familias deben pagar una parte de la casa (el 10%), y participar en la construcción. Algo que me gusta mucho de esta ONG es que hay un concepto muy importante y es que el objetivo es ayudar a las personas a mejorar su situación integralmente, y parte de eso, es respetar su dignidad y autoestima. No es regalarles una casa, es trabajar juntos en construirla.

Es muy difícil transmitir todas las sensaciones y aprendizajes que esta experiencia me dejó. En pocas palabras, después de algo así, no se puede seguir haciendo la vista gorda con la misma tranquilidad. Lo que primero sentí es una alegría inmensa por saber que la vida de Ana Carolina y Mateus va a ser un poquito mejor. No sólo van a estar más cómodos, sino que muy probablemente los dos (y próximamente tres) se enfermen menos por estar menos expuestos a la basura, la humedad, el frío, etc. Y lo segundo: Por qué parar ahí? 

Qué excusa nos vamos a poner para ocuparnos de otras cosas, importantes sin duda, (las nuestras), y olvidar que SÍ hay algo para hacer? 

Lo dejo acá, porque nuevamente, las preguntas vienen más fácilmente que las respuestas. Y aunque yo tuviera las mías, cada uno encuentra las suyas.


La casa terminada











sábado, 10 de marzo de 2012

No tan parecidos


Cuando tenía 16 años, y estaba cursando el penúltimo año del colegio, se me ocurrió que quería estudiar otro idioma. Just for tha sake of it, sólo por gusto. Alemán no porque nunca me gustó, y me parece que sería muy difícil aprenderlo. Francés siempre me gustó – y de hecho es una materia pendiente – pero mi viejo siempre hacía lobby en su contra, y tuve que reconocer que algunos argumentos eran convincentes para no estudiarlo, y en su lugar, estudiar portugués. Un idioma mucho más fácil y rápido de aprender, que a su vez, tiene mucha más utilidad. Los argentinos podremos sentir nuestro orgullo herido, pero debemos reconocer que somos el hermano chiquito – chiquitito – de Brasil, y que nos conviene estar preparados para trabajar con ellos. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

Después de un año de estudiar portugués en el instituto alemán – sí, alemán – me hicieron una oferta que no podía rechazar: un chico que iba a hacer un intercambio corto en Brasil se había enfermado y necesitaba un reemplazo. Ya conocen como termina esa historia.

Un poco como ahora, el tema era en días. Así que llené los formularios del rotary que le iban a mandar a mis familias anfitrionas y me dediqué a la ardua tarea de tranquilizar a mi mamá y mi abuela. Mi mamá en realidad estaba contenta, aunque tenía unos nervios tremendos. Ya mi abuela, no podía entender por qué carajo estaba queriendo irme a Brasil, así que a mí me venía con llantos y a su hija, simplemente la cagaba a pedos. ¿Cómo se le ocurría dejar a un niño de 17 años irse sólo a otro país, a miles de kilómetros y donde hablaban otro idioma?

La cuestión es que para mí todo fue una aventura. Me vine a vivir a Marília (SP) originalmente por 45 días, que se convirtieron en casi 3 meses. Estuve en 3 casas distintas, con familias definitivamente diferentes. Todo ese tiempo sumergido en otro idioma, otra comida, otra gente, otros lugares, en fin: otra cultura. Al volver a Argentina declaré que, aunque Argentina siempre va a ser mi hogar, si tuviera que vivir en otro lado, sería en Brasil. Sentí que si había diferencias culturales eran muy pocas, despreciables. Y en todo caso las que hubiera, eran totalmente aceptables.

A más de 8 años de aquella experiencia hoy estoy de nuevo en San Pablo. Pero todo es diferente. La ciudad no es una población de 400 mil, sino una megalópolis de 20 millones de personas, mis responsabilidades son un poco mayores, y sobre todo yo soy otro. Es claro que la visión de un niño de 17 años no es la misma de alguien de 25 que entre medio, se fue de su ciudad natal y vivió un año en otros dos países. Hoy, esa idea que yo traía de que “somos casi lo mismo”, de que nuestras culturas son muy parecidas, está casi extinta.

Somos parecidos, sí, pero quizás somos todo lo parecidos que cualquier par de países latinoamericanos es entre sí. Quizás los argentinos nos parecemos a los brasileros tanto como nos parecemos a los venezolanos, o a los ecuatorianos. Yo tenía razón en que es un lindo lugar para vivir, en que puedo estar acá sin sentir que no puedo adaptarme a la cultura local, pero estaba equivocado al decir que era, detalles más o menos, lo mismo.

Escultura en el memorial de América Latina

Supongo – y espero – que gradualmente entenderé, aceptaré y finalmente me adaptaré más a la cultura local. Con cultura me refiero a aspectos muy diversos de la vida como la comida, la música, las costumbres y tradiciones, los modales y el humor. Quizás sobre todo, estos dos últimos ingredientes de esa mezcla que forma el gen brasilero. O quizás debería decir Paulista.

No sé cuán representativos de la cultura argentina sean mis modales y mi sentido del humor, pero en promedio, no tan fuera de lo común – creo. Aunque evidentemente, son muy diferentes de los locales. Creo que hay personas que tienen facilidad en adoptar rápidamente cierta forma de ser porque es la correcta, son digamos, diplomáticos. Bueno, a mi no me resulta tan fácil.

Uno de los conceptos clave en la forma de ser del Paulista (no puedo decir que de todo brasilero) es el de “ser amable”. Y lo son. Si pueden evitar decir algo que pueda parecer negativo sobre otra persona, lo evitan. Lo mismo vale para las opiniones contrarias. Y este objetivo, la mayoría de las veces, está muy por delante de la honestidad. En criollo: prefieren decir algo lindo y agradable, que decir la verdad (lo que no impide, y hasta favorece, que a espaldas de esa persona sean bastante generosos en calificativos y críticas). Puedo llegar a aceptar que esta postura sea a fin de cuentas positiva, según me dicen, lo que tratan es de evitar roces. ¿Pero qué querés que te diga? ¡La verdad es que no estoy de acuerdo!

Siempre les explico que tienen que tener en cuenta que, grosso modo, la mitad de los argentinos desciende de italianos y la otra, de españoles. (Sé que es una exageración burda, hay descendientes de montones de otras nacionalidades pero sirve para que lo imaginen). Y no tienen más que ver la forma de ser de los españoles e italianos para darse cuenta que es lógico que nuestros modales sean un poquito… intensos y frontales. Ojo, yo soy consciente de que el que se tiene que adaptar soy yo, pero de todas formas intento que ellos también vean que hay otras formas de ser, y que en donde yo nací, ¡esa forma de ser “está bien”!

Las diferentes formas de humor y de ideas sobre lo que son “buenos modales” son las que más noto en el día a día. En mi oficina, ya lo hemos incorporado a modo de chiste, que yo soy “grosso” (es decir, grosero o maleducado). La mayoría de las situaciones que les hacen pensar eso me resultan cómicas, algunas pocas no tanto. Yo, en cambio, les digo que lo que pasa es que en relación a mi forma de ser ellos son muy sensibles. (No sé por qué me suena que esto ya lo usé también en Argentina, pero bueno, lo dejemos de lado por ahora).

Es muy interesante cómo las personas pueden pensar distinto. Lo que para mí es un comentario “honesto, sincero” para ellos puede resultar “rudo, grosero, agresivo u ofensivo”, en distintos niveles de intensidad según sean mi nivel de confianza con la persona, la hora del día, el hambre que tenga, etc.

Con paciencia, todos aprendemos. Ellos aprenden que hay otros lugares donde hay ideas distintas sobre lo que se considera educado, honesto, o falso. Y por otra parte, yo estoy aprendiendo que si bien otras personas pueden tener en consideración que “sos de otro lado”, cuando uno es el de afuera, es el que se tiene que adaptar.

Estar en San Pablo es, un poco, estar en todo el mundo. Entre todos los extranjeros que vivimos acá y los que voy conociendo – y hospedando – a través de CS, vivo en un verdadero intercambio cultural permanente. Eso debería ser una inmunización contra la intolerancia.

Además de haber hospedado a por una o dos noches a couchsurfers que conocí en las reuniones, y necesitaban otro lugar para extender su estadía, en estas últimas dos semanas tuve mis dos primeros surfers oficiales, es decir, que pidieron el lugar a través de la página: Christoph, de Alemania y Jenniffer, de Estados Unidos. La experiencia fue excelente! Pero quedará para otro post.

Gracias por haber compartido este momento. Faltaba el mate nomás.

Será até a próxima.

jueves, 23 de febrero de 2012

Carnaval para todos



En Brasil se usa el mismo calendario que en el resto del mundo, pero el año empieza a finales de febrero. Y es que el tiempo que sigue a las fiestas de navidad y año nuevo parece ser simplemente una espera a la llegada del Carnaval: algunos participan en “escolas de samba” y practican, otros invierten mucho tiempo – y plata – en el disfraz que van a usar, y la gran mayoría del país piensa en dónde va a pasar tan dichosa fiesta.

Las ciudades con los mayores carnavales son Rio, Salvador y Recife. Cada una con su estilo, música y tradiciones propias. Mientras que en Rio la música que predomina es samba, en Salvador será axé y en Recife frevo y otras músicas que conozco menos todavía. Pero en todas esas ciudades se reúnen verdaderas multitudes de brasileros de todo el país y por supuesto, los “gringos”. Así nos llamamos todos los extranjeros, no importa de dónde seamos ni que el color de nuestros ojos y pelos sea marrón. Somos todos gringos y tendremos nuestro cartelito en letras verdes en las reuniones de Couch Surfing.

Para darse una idea del movimiento que significa carnaval para Brasil hay que recordar que es un país de más de 200 millones de habitantes y agregar a eso que muchos, muchos gringos quieren “pular o carnaval” en Brasil. Por esto, si uno quiere pasarla en alguna de las ciudades más buscadas tiene que comprar sus pasajes con al menos dos meses de anticipación. Algo a lo que definitivamente, no estoy acostumbrado. Por otra parte, la mayoría de ustedes bien sabrá que no soy para nada fanático de los amontonamientos, que ejercen una influencia perjudicial en mi humor. Pero el carnaval no se acaba en Rio!

Bloco de carnaval en San Pablo
Auspiciados por una cerveza, el tema era la lucha contra el cigarrillo (?) 



Uno de mis amigos couchsurfers me invitó a que me sumara para ir a un lugar con menos amontonamiento que Rio, más cercano que las 32 horas a Salvador y más barato que los 800 R del pasaje a Recife: Florianópolis. Así que allá fui, junto a otros 10 de la comunidad couchsurfer de San Pablo. Resulta que el padre de una de esas personas vive cerquita de Canasvieiras, en una casita con 6 habitaciones, pileta y a dos cuadras de la playa. Sí señor.

Y con esto no hay mucho más que decir, creo yo. El sólo hecho de tener 4 días libres es muy bueno, pero pasarlos en ese lugar y con toda esa gente, es mucho más que eso. Lo curioso es que poco y nada vimos de los eventos de carnaval, pero eso no nos hizo falta para pasarla muy bien y hacer un intercambio cultural de 4 días. Es que en la casa había gente de España, Irlanda, Perú, Inglaterra, Brasil y Argentina, así que en la misma conversación se hablaba inglés, portugués y español.

Lo interesante de esas mescolanzas es poder entender en qué medida “hablamos el mismo idioma”, más allá del lenguaje. Siempre es divertido (bueno, a veces no tanto) descubrir lo grandes que pueden ser las diferencias culturales – o las semejanzas. Nunca faltan en esas conversaciones los debates sobre “la soberbia argentina”, “de por qué los chilenos no se llevan bien con sus países vecinos” y sobre todo, “la asombrosa sed brasilera por la cerveza que no-es-tan-cerveza”.

James y Gio 
El grupete de caminata
Nuestro castillo de arena dedicado a Gaudí

El último día me desperté y pensé que estaba en Argentina. Más precisamente en Buenos Aires. Un amigo argentino del dueño de casa había ido con su familia (porteñoparlante) a hacerse cargo de la comida. Qué momento. Nos deleitó primero con unos mejillones frescos a la vinagreta, después rabas para terminar con un risotto de camarones que no puedo describir con mi vocabulario. Todo eso con vinitos chilenos y argentinos (como para que no piensen que somos tan soberbios).

Como podrán ver, hay muy pocas fotos. Estuve muy ocupado en disfrutar del lugar y la comida, pero como sacar MUCHAS fotos es una característica inherente a la cultura de los brasileros de mi generación, seguramente después puedo tomar algunas prestadas y compartirlas con ustedes.

En algún próximo post les podré contar sobre la experiencia de hospedar couchsurfers formalmente, es decir, a través de pedido por el sitio web. La semana que viene se queda en mi casa un alemán, y la siguiente, una chica de San Francisco. Yo estaba por “pensar” en la posibilidad de recibir gente, pero sin darme cuenta ya había alojado a un francés, un sueco, una rusa y aún más exótico, a un sanjuanino! Así que en realidad no hizo falta pensar.

Con muchas ganas de comer un poco más de ese risotto los dejo.

Atè a próxima!


sábado, 21 de enero de 2012

Couch Surfing: Un capítulo aparte


Salvo el chico que creyó que había conseguido trabajo en el (Colegio) San Pablo, creo que cuando me vine todos me preguntaron si conocía a alguien acá. Si ya “tenía a alguien” o si me venía con alguien y cuando respondía negativamente a  esas preguntas… algunos entonces preguntaban si no me daba aunque sea “así de miedo”, y juntaban los dedos índice y pulgar.

Y sí, si juntabas los dedos mucho, aunque sea ese miedo tenía. Pero si tenía algo de temor sobre lo que me esperaba acá era sobre cosas diferentes a lo que la mayoría pensaba. A mí me daba un poco de desconfianza el nuevo trabajo: que me gustara, que no me decepcionara y quizás la plata, que aunque sea me alcanzara.

Lo que no me tenía preocupado es el tema “gente”. Y es que después de muchos años de creer que uno de los rasgos de mi personalidad era “poco social” (tirando a veces hacia hermitaño), los viajes me ayudaron a descubrir que en realidad no era así. No voy a decir que soy el típico “alma de la fiesta”, pero sobre todo cuando es necesario (como en este caso), no me resulta problemático conocer gente nueva. Y con más viajes también descubrí, que además, me gusta.

Si estaba tranquilo y confiado en que iba a conocer gente y hacer algunos amigos no era porque tuviera un plan, o porque pensara dedicarme a recorrer bares con un cartel de “Amistad gratis”. Pero eso sí, venía decidido a descubrir Couch Surfing.

Y a riesgo de caer en el estilo Sprayette lo voy a decir: superó mis expectativas.

Es que mirando hacia atrás, el asunto en realidad es para pensarlo. Mudarse a una ciudad donde nunca viviste, que resulta estar en otro país donde de paso, se habla otro idioma es algo… desafiante. Pero si encima no conocés ni a una persona… entonces se te frunce un poco.

En ese caso, desde la comodidad de mirar hacia atrás, yo me pregunto qué carajo podría haber hecho para hacer amigos… porque la verdad que esa opción de ir a bares (y qué decir, boliches) con o sin cartel, no me pintaba mucho. Pero ahí viene la parte de Couch Surfing.

Después de estar varios días en tres lugares – hotel, trabajo, lanchonette – decidí que era hora de conocer esa organización que prometía tanto pero sonaba freaky. La idea es así: hay un sitio de internet donde la gente se registra y se ofrece para recibir personas en su ciudad, ya sea para alojarlas o para juntarse a tomar algo, ayudarles a conocer el lugar donde viven, etc. Por otro lado están los viajeros que cuando van a un lugar se pueden alojar en la casa de un lugareño, dar un “tour no turístico” y en la mayoría de los casos, hacerse uno o más amigos que parando en un hotel, quizás no haría. Todo eso gratis, y sin obligación de retribuir haciendo lo mismo en su propia casa.­­­­

Ahí vienen las típicas desconfianzas: Gratis? Cómo gratis? Y qué “gana” esa gente? Y no te chorean? Pero cómo, un extraño en tu casa? Uh, pero a las minas las deben %&··&”·$)(”·… ! Claro, es para desconfiar. Después de todo una de las cosas que nos enseñan de chicos es “no hables con extraños”, de lo cual aún con la capacidad intelectual de 7 años es fácil inferir que los extraños implican un peligro.

Pero además de alojar gente o llevarlos a recorrer la ciudad hay otras opciones. En muchas ciudades (por ejemplo, Córdoba y Buenos Aires) la comunidad local de couchsurfers organiza una juntada abierta una vez por semana para todos los que quieran ir, tanto viajeros como locales. Vi en la página de la comunidad de San Pablo que acá esa reunión existía, así que allá fui. Y ese martes fue el primero de muchos, de hecho, todos desde que llegué.

Al principio parece una reunión nerd de gente que quiere aprender idiomas, pero después los prejuicios se van disolviendo y de a poco uno empieza a entender cómo funciona, pero más que eso, a creer que la idea puede funcionar. Uno llega al bar, que es un bar común, pero tiene un salón aparte dedicado a los meetings de CS y se anota. Te preguntan tu nombre, país de origen (que en algún momento se torna un concepto muy borroso) y un detalle importante, si hablás portugués. Te dan un cartelito (crachá, que en portugués significa cartelito y en francés escupitajo) donde escriben esos datos. Si, les decía, al principio parece una reunión nerd.

Pero después de un rato, entre guaranás y cervejas, te das cuenta que conociste a varias personas que viven en San Pablo – algunas que nacieron aquí, muchas que no – y también otras que están de viaje y vienen de lugares muy variados como Oslo, Memphis, Atenas, Tahití y por supuesto… Buenos Aires. “Y sí boludo, si no al pedo nos dicen hormigas, estamos en todos lados!”

Y así conocía a los que hoy son mis amigos en San Pablo. Primero fue Ova (Buenos Aires – ojo, Provincia) y después Gustavo, Priscila, Marcella, Nilton y otros brasileros que espero que no se ofendan si leen esto y no ven su nombre.

Un día, después de haberle tomado el gustito a las reuniones, me dice mi viejo que una X persona de San Juan tenía un hijo, Z, viviendo en San Pablo porque estaba haciendo Q y que si quería podía ponerme en contacto porque T, y porque U y porque W. Yo le dije que me pasara su mail y lo invité a las reuniones. Resulta que estaba terminando su intercambio en la USP – o sea que ya hacía rato que estaba acá – y que se llamaba Guille. No sé cual habrá sido su impresión inicial, pero ahora está parando unos días en mi casa antes de volver a Argentina, después de haberse quedado en Rio de Janeiro 2 semanas haciendo couchsurfing.

Gio (Perú), Gustavo y Priscila (Brasil)

El mundo cabe en una cabina de teléfonos 

Tuve que desprenderme de este paraguas...


Como ese día que dije “todavía no quiero Buenos Aires porque es muy grande y estresante” (y me vine a vivir a San Pablo) también dije “todo bien, pero para recibir gente voy a esperar un poco”.

Y además de a Ova y Guille (que quizás no cuentan, son compatriotas y amigos) terminé alojando en mi casa a Ferdinand, un francés que está de intercambio en Salvador, Bahía. El “procedimiento” es que la persona te manda un couch request (solicitud de sofá) por la página y vos, después de ver su perfil, la aceptás o no. En este caso fue diferente, porque lo conocí en uno de los meetings al que fue con la chica que lo estaba alojando. Se quedó después en mi casa porque decidió alargar su estadía en SP y la chica ya tenía otro couchsurfer llegando. Todavía no puedo ser yo el que muestre la ciudad, pero en una semana de dormir muy poco, hicimos con él y otros couchsurfers un montón de cosas. Sobreviví a esa cuestión de "darle la llave de mi casa a un desconocido", no hizo nada malo, y ahora tengo un buen amigo en Lille!

Renata (Brasil), Gio (Brasil), Ferdinand (Francia)

Los que quieran pueden ver el album completo de estas fotos aquí.

De nada sirve ahora pensar lo que podría haber aprovechado CS cuando fui a Málaga. Podría haber conocido los mismos lugares que conocí pero de otra manera, sin gastar en alojamiento y quién dice, quizás me habrían quedado algunos amigos por allá. Pero vendrán otros viajes. Y aunque en este momento no puedo viajar,  sí puedo recibir en mi casa la parte más linda y duradera de los viajes: la gente.

Al final, no era tan mala la idea de ir a un bar con un cartelito. Está bien, no decía “amistad gratis”, pero decía mi nombre y eso fue suficiente.


Até a próxima!